jueves, 14 de julio de 2011

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Yo no se si usted llegó a mi vida con la misión expresa de rescatarme de una guillotina inminente, pero es cierto que su llegada me salvó de escoger entre la muerte y la locura

La locura: una cárcel distante cuyas puertas son cuanto más nitidas cuando menos uno se resigna a vivir en el horror. La locura no brota como una súbita infección en el cerebro. La locura es aquella enfermedad que sólo nos amenaza cuando ya sus uñas se han alojado en las entrañas, de modo que pelear contra ella es también despedazarnos el vientre, oprimirnos los pulmones, perder el miedo a la muerte como se pierde la inocencia y el amor
El amor es un bien que no he perdido. Caundo entre las condiciones que se le ponen al amor no se halla la correspondencia de quien se ama, y en realidad tampoco puede hallarse ninguna otra porque se ha decidido amar incondicionalmente, el amor, que por su propia vehemencia vive más allá de posesiones tan irrelevantes como el bienestar y la cordura, sólo puede perdonarse con la vida. No he muerto, luego amo
Amo a un hombre al que no conozco, y tal vez a ello se deba que no puedo cesar de contemplarlo cada vez que la ausencia del mundo me brinda el anestésico de la soledad. Sé que ese hombre existe, podría dibujar la fachada de la casa donde vive y pienso, porque así aún lo quiero, que ocupo algún lugar en se memoria; pero a mí la memoria no me ha servido sino para frenar mis pasos, atar mis ojos al interior de los párpados y proyectar en ellos la película más obsesiva del mundo:: Andre

Andre es su nombre que no tiene cuerpo. Andre es la palabra que a diario me visita pero jamás se queda a dormir. Andre son cinco letras formadas por cuchillos. Andre es el principio de la música y el fin de la plegaria. Andre es ese nombre que un día escribí en los muros de la casa de Dios:: desde entonces acaricio su textura, tal como otros recorren con manos, boca y ojos a sus mujeres. Andre se pronuncia degollando la lengua.. y luego acariciandola. El el nombre que tuve que inventar para ocultar al otro:: el inombrable, aquel que sepulté para ya no decirlo, ni pensarlo, ni escribirlo. Y si hoy abandono mi juramento y escribo ese nombre en el sobre dondé habran de viajar moribundas de miedo estas palabras , lo hago con el solo propósito de que lleguen hasta usted, aunque con la secreta esperanza de que jamás lo logren. Quiero pedirle perdón por mi atrevimiento, por mi cobardía y por cada una de mis debilidades que con seguridad me hacen indigno de habitar sus recuerdos. Pero antes de narrarle una historia que es más suya que nada, debo también pedirle perdón por el, por Andre.
..Andre es usted

 Tal vez con un breve ajuste al nombre que propuso el buen
Xavier Velasco en su Diablo Guardián


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